Barbarroja, un bufón expulsado de la corte


En 1992, continuando con esa casi obsesión que me produjeron los cuadros de Velázquez, así como su forma de pintar, realicé esta copia que ahora muestro. Se trata del “Bufón Barbarroja, don Cristóbal de Castañeda y Pernia”. No lo pude copiar en el propio museo como hubiera deseado, así que me serví del catálogo de la macro exposición que sobre Velázquez se celebró en El Prado dos años antes, en 1990. Con ánimo de ahuyentar los malos espíritus o influjos negativos, hoy ocupa una de las paredes del vestíbulo de mi casa.

El bufón Barbarroja, don Cristóbal de Castañeda y Pernia (detalle)


El hecho de que en el cuadro se aprecien dos estilos diferentes, hace pensar que Velázquez dejó el cuadro inacabado, y algún otro pintor se encargó de rematarlo. No cuadra el estilo libre y abocetado de la figura con el del manto gris que cuelga de su hombro izquierdo, más apurado, con un estilo casi escultórico, como señala el catálogo.

El cuadro original es un ejemplo más de la ingeniosa viveza que poseía Velázquez en la elección de sus personajes. Representa a un hombre corpulento, de pie, con una espada en la mano derecha y su vaina en la izquierda, que viste un sayo turco. El gesto es amenazante, con el ceño algo fruncido, y sólo con la mirada parece que esté clavando su espada en el costado de su adversario. Según el propio catálogo, “Era Pernia hombre cuya gracia consistía en gestos amenazadores y palabrería soldadesca, que presumía de guerrero. Para el doctor Moragas (1964) es muy probable que tuviera una personalidad psicopática, de tipo querellante y fanfarrón. Era también matador de toros. Aunque todo ese alarde bravucón no se compadezca con lo que sigue, Cristóbal de Castañeda y Pernia llevaba "Don" ante su nombre y ¡ay de quien lo negara!, y fue emisario del cardenal infante don Fernando de Austria”. La apariencia que da es la del verdadero pirata-almirante Khair-ed-Din, apodado Barbarroja, y sin embargo, es un bufón de la corte de Felipe IV.


El bufón Barbarroja, don Cristóbal de Castañeda y Pernia


Hay un hecho en su vida, cuanto menos anecdótico, que motivó su destierro a Sevilla. Como buen bufón que era, Pernia entretenía a la corte con sus gestos amenazadores y sus respuestas cortantes con cierto tono irónico y gracioso. Un día el rey le preguntó si había olivas en Valsaín (que es monte de pinos), y al bufón no se le ocurrió otra cosa que contestar: “Señor, ni olivas, ni olivares”, en una clara alusión al conde duque, que la llevó al peor terreno. Así que el resultado de su inoportuna gracia fue que le pusieron de patitas en la calle. En la actualidad, este hecho hubiera sido declarado como un despido improcedente. Un bufón no era más que un truhán o gracioso que con sus palabras, acciones y chocarrerías tenía por oficio hacer reír a los poderosos, y en este caso concreto, Barbarroja se limitó a hacer su trabajo perfectamente. Además, la pregunta del rey no tenía otra respuesta. Como se suele decir: el chiste fácil se lo puso a huevo. Pero desgraciadamente, la persona más poderosa del reino no era el rey, que debió quedarse "pasmao", sino el conde duque de Olivares. Era tal el poder que tenía, que Velázquez, consciente de ello, le hizo un retrato ecuestre, un honor que sólo correspondía a miembros de la realeza.

1 comentario:

  1. Hola!!! qué sorpresa encontrarte en la blogosfera... menuda alegría.
    Yo he tenido la suerte de admirar esta maravilla de obra en tu casa y ahora he conocido más detalles de su historia. Te seguiré. Besos

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